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Mi lugar.

Hace frío pero te mantienes a salvo con los últimos rayos del sol que van cayendo a medida que pasan los minutos, con ellos te sientes abrigado hasta que culmina el atardecer. Se escuchan los bichos que fondean por allí, las sabes que se posan en los árboles, y sientes una comezón por los zancudos que de forma atrevida se posan en tus piernas. Mientras estás allí es sereno, tranquilo, y sin saber como un cosquilleo en tu mano te desconcentra, una pequeña hormiga que no sabes cómo pero se subió en ti. Es hermoso estar en este lugar, te hace pensar en lo que a diario hacemos, el dulce que comemos, el cigarro que fumamos les dan un toque especial a esa visita y luego respiras, y aunque es normal hacerlo hay un momento en que lo haces fuera del inconsciente, en ese momento sientes el aire que pasa y baja a tus pulmones, cierras los ojos y liberas ese pensamiento que divagaba por tu mente, ese problema o esa tormenta por la que atraviesa tu alma, eso fue lo que te trajo aquí, a dispersarte del mundo, y volar mentalmente por la cima de esos árboles que están en frente de ti.
Verde, amarillo, azul, si es que estás consciente, porque sino verás gris por la tristeza, o tal vez ni sepas que es el color.

Ya no hay luz que ayude a la paz, te vas a casa con un peso menos, pues allá, la naturaleza absorbió esa negatividad, y se desprendió de ti, amarrándola y sin más, dejándote ir con lo que debería quedar dentro de ti.

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